doce del once del dos mil diecinueve
Hay un llamado al paro
general. Hay grandes columnas de humo negro en Forestal. Subo a pie desde el
paradero A hasta Las torres. Camino arriba encuentro algunas personas sacando
sillones viejos, mesas, teles, bolsas con basura a la calle. Hay una gran
barricada al lado del s.a.p.u, dónde hacen la feria de las pulgas. Este lugar
se llama las torres porque hay unas enormes torres de alta tensión, que muchas
muchas veces se intentaron dinamitar en dictadura. Viene bajando la columna de
gente. Es una turba salvaje y alegre. Es un día blanco de primavera. Bajo con ellos,
y ya en el camino, todos los sillones viejos, mesas, teles, bolsas con basura
que habían sacado están en llamas. Llegamos a una segunda barricada enorme en el
paradero 4, al lado del tranque. La columna se duplica, crece. Bajamos por los
paraderos hasta el hospital frike, antes de llegar los cabros y cabras le tiran
piedras a una comisaría y escriben la palabra traidores con un espray rojo en
las murallas verdes. La policía es escasa y se encierran dentro. Marchamos por
calle álvarez hasta el centro de viña. Me compro un café en un vaso de plumavit
en un pequeño negocio afuera de la catedral. Ese pequeño puesto de dulces y
completos con rueditas es lo único que está abierto en la ciudad. Hay algo que
nunca había visto en esa catedral. Hay un vitral de una virgen que dice
"virgen de los dolores" o "virgen del dolor" o
"madmoiselle dolor", no estoy seguro.
La ciudad está cubierta de un
polvo blanco. Van 3 o 4 semanas de desobediencia civil, de toques de queda, de
militares y policía en las calles. Los ventanales negros del Ripley están
rotos. Soldaron grandes puertas de metal afuera de falabella. Llegan las
columnas de los cerros cercanos, de chorrillos, miraflores, gomez carreño. Es
una turba salvaje y alegre. Miles de rostros sonrientes, caras pintadas, niños
al hombro, disfraces, carteles. Marchamos por arlegui hasta von schroeder y
volvemos por álvarez. La gente grita cosas desde los edificios pero no alcanzo
a escuchar que dicen. Tengo en el bolsillo 3 rollos de 35, un 50 mm, una 7d (que
es un tanque), una análoga de los años 70 y una viejísima máscara antigás que
le compré a D hace años. Está un poco rota por dentro y le faltan los filtros,
pero aguanta todo. He soñado muchas veces con barricadas en plaza sucre. He
analizado y repensado dónde son los mejores puntos para levantar barricadas,
para bloquear el acceso a los blindados, las rutas más seguras de escape. Es un
día blanco de primavera. Aparece la barra del everton. Son 100 o 200 cabros y
cabras, un puñado salvaje y alegre. Nadie sabe como ocupar una calle mejor que la
barra de un equipo de fútbol. Entiendo entonces que siempre estuvimos
equivocados tratando de sembrar la semilla de la resistencia en los liceos,
universidades, fábricas y sindicatos. Nadie sabe ocupar la calle como una barra
de fútbol. Tienen banderas enormes, amarillas y celestes, cantan canciones de
cumbia del Pepo, tienen el mejor ritmo en los tiempos del pánico y la tragedia.
Mientras trato de apuntar con el 50 un capucha me hace un oyuo. Lo enfoco, y
entonces me saluda. Lo reconozco cuando me abraza y me habla. Es el Tuto, el
mejor poeta de viña del mar (después de Ximena Rivera, claro). Hace unos meses
salimos una noche a sacar fotos a los juegos del marga marga y tuvimos una ridícula
aventura afuera de la municipalidad (pero eso es otra historia). Le digo que se
cuide y enojado, me dice que no le diga eso, decir cuídate es como echarle la
pelá. Dime que te vaya bien. Que te vaya bien Tuto, nos vemos del otro lado.
Volvemos a plaza sucre, miro
la virgen en la catedral del dolor. Me doy unas vueltas buscando algo, la
ciudad está cerrada. Llamo a algunos amigos, profes en su mayoría, que están en
valparaíso. Me dicen que los portuarios son un bloque de concreto inamovible
peleando contra los pacos, que los capuchas son la segunda fuerza más terrible
que han visto. La policía los persigue y están disparando como locos. L tiene
un balín en la pierna. R me dice que está refugiada en el eduardo de la barra.
C y la negra están en bellavista corriendo por sus vidas. Yo camino por plaza
sucre y veo las estatuas blancas. Las intervinieron y les pintaron los ojos
rojos como si sintieran dolor o estuvieran llorando. Hay fotos de todos los
muertos que han dejado estos días. Hace muchos años alguien me dijo que estas
estatuas se llamaban la quimera y el eco, y eran dos mujeres que están escuchando
algo que no existe. A la estatua de la quimera le arrancaron la cabeza y
escribieron abajo "¿Dónde están?". Me da un poco de pena. Pero quizás
ahora es una escultura nueva.
Los cabros y cabras, señoras y
señores, ancianos y ancianas abren el santa isabel cercano. Entran por las
ventanas y salen con paquetes de cerveza. En menos de 5 minutos todo el piño
salvaje y alegre en la plaza estamos tomándonos una. La mía no la puedo abrir,
porque bajé sin encendedor. Dos señoras se me acercan riendo. Las reconozco,
les he comprado juguetes para el Martín y plantitas en la feria de las pulgas
de las torres, al lado de las torres de alta tensión. Hacen un gesto rápido
contra una banca y me la entregan abierta. La cerveza está tibia pero es la
mejor que me he tomado en meses. Del supermercado hacen volar paquetes de
fideos, rollos de confor, cereales, pañales, galletas, bandejas con carne. Las
barricadas se agrandan con estantes, cajas de cartón, grandes rollos de cintas
de embalaje. Unos cabros de miraflores dan vuelta un carro de supermercado y
empiezan a cocinar filetes de carne. Les pregunto si les puedo tomar una foto.
Dejo la cerveza en el piso, y espero que se tapen las caras. Uno de ellos
muestra un pequeño pote de plástico verde donde tiene sal para el asado. La
policía aparece de debajo de la tierra y por todas partes. Me pongo la máscara antigás.
La policía entra disparando a la plaza, al lado de las estatuas de la quimera y
el eco. He soñado muchas veces con barricadas en plaza sucre. He analizado y
repensado dónde son los mejores puntos para levantar barricadas, para bloquear
el acceso a los blindados, las rutas más seguras de escape. Pero todas mis
ideas se desvanecen, no tengo donde escapar, estoy escondido detrás de una
palma chilena. Los cabros se abalanzan contra la policía, la policía les
dispara, los cabros les tiran las latas de cerveza, las piedras, paquetes de
fideos, rollos de confor, cereales, pañales, galletas, bandejas con carne. La
policía les dispara. Los cabros gritan ¡Guerra!, han improvisado escudos con círculos
de madera o avanzan con latas y tablones. La policía les dispara. Los blindados
suben a la plaza (no tenía idea que podían hacer eso). Detrás de mi hay una
reja. Soy pésimo saltando cosas que sean más altas que una vereda. Pero tengo
que irme de ahí. Salto la reja, llego a calle Valparaíso. Los cabros y cabras
gritan ¡Guerra! y avanzan y retroceden en un hermoso y desastroso caos. Entro a
los estacionamientos del santa isabel para llegar a arlegui más rápido. Pero el
maldito edificio se está quemando por dentro. Gritamos a los capuchas que quedan,
a los señores y señoras que se vayan, algunos se gritan por sus nombres,
desesperados. Salimos a arlegui y hay mucha gente gritando. Hay una tubería de
gas natural que se ha roto (misteriosamente) un paramédico de casco blanco me
dice que hay que irse, porque todo puede explotar. ¿Cómo una bomba? si, como
una bomba. La gente sale de los edificios cercanos en tropel y los encapuchados
y encapuchadas, la barra del everton y de quizás otros equipos que no conozco,
les ayudan a cargar las pocas cosas que logran sacar consigo, gatos, perros,
bolsas con ropa. El encapuchado que tenía el pote verde le está gritando a un
hombre que no puede hacer partir un auto negro. Viejito, deja todo tirado, pero
sal de ahí. El encapuchado está casi llorando, desesperado. Va corriendo al
auto y lo empiezan a empujar. Los ayudamos entre todos. El auto está lleno de
cajas de mercadería. No importa. El motor parte y se pierden cerro arriba. La
única solución al capitalismo forzado es el fútbol.
Yo vuelvo a la plaza, buscando
un lugar tranquilo en medio de la pelea. Los cabros y cabras gritan ¡Guerra! y
tratan de avanzar. La policía les dispara. Los bomberos cercan los edificios.
Hay un almacén al lado del liceo guillermo rivera que se está quemando. Los
cabros y cabras sacan materiales y planchas de madera para ocuparlas de
barricadas y escudos. Gritan ¡Guerra!. La policía les dispara.
Trato de cruzar la calle,
escucho disparos detrás mío, carreras locas, conversaciones criminales. Al lado
mío algo rebota en el concreto y se me entierra en la pierna. El rebote de un
perdigón. El dolor me tira al piso. Tengo un poco de sangre en el brazo. Miro
el vitral la virgen que dice "virgen de los dolores" o "virgen
del dolor" o "madmoiselle dolor", no estoy seguro. No quiero ni
pensar en cómo será el dolor de los cabros y cabras cuando les disparan de
frente. Recojo mis cosas, unos amigos me ayudan a ponerme de pie. Los cabros y
cabras están retrocediendo por calle álvarez hasta el hospital gustavo frike.
Yo voy cojeando camino a casa. Hago dedo y una camioneta se detiene y algunas
personas nos subimos atrás. Subimos en silencio, cansados. Uno de ellos me ofrece
otra cerveza. Está fría, pero no tan buena como la anterior. Cuando llego a
casa aún se escuchan disparos y los tambores de la barra del everton desde el
centro, pero no puedo escuchar los gritos. Me doy una ducha y me miro el
moretón rojo que tengo en la pierna con la forma de un país imaginario y pienso
en los cabros y cabras a los que les han disparado de frente.